lunes, 22 de junio de 2009

Otra vez jueves




Otra vez jueves. Me levanté tarde, algo usual por acostarme a las 10 pm. Sorprendentemente, comí, me peiné y cambié mi vieja piyama por un reluciente y aburrido uniforme en 5 minutos. Todo un record. Llegué rápido a la movilidad, y me enteré de que la movilidad había salido algo tarde…y yo que ya me creía Betty Atómica. Llegué al colegio, a punto de dormirme y algo desaliñada, gracias a dormir (o reposar mi cabeza en el espaldar tratando de eliminar la bulla de la radio y de los niños que están allí). Cuando entré al salón, me puse pilas. Es que SÍ había estudiado Álgebra…si estudiado significa pasar las páginas tratando de descifrar a ese cero que me veía con molestia, o a el método Ruffino, que creo, Rodolfo el Reno le dio el nombre…o talvez de Ruffus, la mascotita de Ron de Kim Posible. Eso, y creo que lo del método era de Aritmética. Oh, también interpretaba el tema dibujando un mini-Ruffus al lado…y era lindo y esponjoso…y calvo. Bajamos como hormigas desorientadas hacia el patio para “rezar”. Pero me perdí nuestra inolvidable oración porque el sueño quería ganarme la batalla. Luego de esta oración, empezó el martirio. De la nada, un tum-tum salía de mi corazón. ¿Estrés? Eso y nerviosismo. De la nada, el profe se puso a explicarnos cómo el corazón, el triángulo y el ojo se transformaban en operadores matemáticos. Y también dio un ejemplo de lana fina, gruesa, etc. ¿Qué rayos tiene que ver “trasquilar” con operadores matemáticos? No sé, pero alguien preguntó improvisadamente del examen. Ya íbamos a alistar los papeles para atacarlo luego, cuando el “teacher” dijo: NO HABRA EXAMEN.

Un grito de victoria mezclado con alivio hizo retumbar el salón. Yo sólo suspiré, de alivio. Después de eso, sólo recuerdo las risas con Vale en clase, pues no vimos nada muy interesante.
A la salida, le quité sin querer queriendo dos entradas al profe de básquet para el partido que habría en la noche. No planeaba ir porque tenía una horrible tarea y otro examen al día siguiente, pero, me uní al grupo que pedía y me dieron 2 pases.

Le conté a mi hermano y estalló de felicidad. Llamó a mamá y le dieron permiso. Realmente, creía que no le daría, y eso me haría feliz porque tendría todo a tiempo, sin amanecidas ni coca-cola a las 2 am. El partido estuvo increíble. Nuestro equipo perdió, pero fui con amigas y salimos en TV . Además, éramos la barra del equipo perdedor…además de la única barra de todo el coliseo. Estaban grabando el partido, no sé si CMD o algo por el estilo, pero me enfocaron (y rogué que sea en vivo). Mi cabeza cambió su programación total y lo único que se me ocurrió decir fue:

HOLA MAMI.


Sí, eso. Y a nivel nacional si tienes cable.

A las 10 pm, mamá nos recogió. Llegué a casa y corrí (otra vez) a hacer mi trabajo. Estuve 1 hora dudando de que hacer, y aún no entiendo como logré mantener 3 horas más mis ojos semi-abiertos. Al final, recordé que tenía un examen al que se le había ocurrido pasar por mi mente a la 1:13 am. “Estudié” para un 08. Mi mente y cuerpo no daban para más. Finalmente, dormí con el cuaderno entrelazado en mis manos y con la lámpara prendida. Cómo desearía que el profesor pillara una curable pero preocupante gripe porcina, o que al menos que pierda el autobús al colegio. Después de todo, no fue un jueves común . Pero si uno con Coca-Cola.